Una isla para decirnos adios
si llego a este pedazo de tierra
es para alcanzar
el llanto
no sabes
desde acá
un campo se extiende
entre distancias
que miden
mis designios
lo que te di se desdibuja lentamente
como la palma
que cae
para decirme que
también yo
he caído
y seguimos
cayendo
en lo que ahora
no nos atrevemos
a decir
mi vista se pierde
me pregunto
cómo se formaron
estas piedras
qué tiempo cuál agua
dio cuerpo
a esta isla
que gira
donde yo me tiendo
al ras
todavía
amándote
DIARIO DE TRABAJO PARA UNA ISLA PARA DECIRNOS ÁDIOS
Lunes 14 de octubre de 2024:
Descubrí que no quiero proyectar el texto. La palabra como tal debe tomar otros cuerpos, otros terrenos. La gran pregunta sería ¿cuáles son los cuerpos posibles de del poema más allá de la palabra?
Encontrar el cuerpo posible, la materia sensible.
Lunes 4 de Noviembre de 2024:
Llamada telefónica con mi amigo artista mexicano Rodrigo Rosas. Me pregunta, si no será la memoria un isla en sí misma.
Martes 15 de octubre de 2024:
Llego a un punto importante del proyecto: la obra es la construcción de la espacialidad del poema. Es decir, su cuerpo íntimo. Todo poema extiende un terreno tácito. Una isla.
Miércoles 16 de octubre de 2024:
Sigo leyendo, buscando. Me interesa la luz.
La luz marca el ritmo del poema, sus quebrantos, su logros, sus fallas. La luz se abre y se cierra sobre el fondo blanco en 8 minutos. Son 8 minutos lo que toma la luz para llegar a la tierra. Encuentro un libro maravilloso que toma la luz como objeto de estudio en obras de artistas: Lust for light de la escritoria Hannah Stouffer.
Película Estación central del director Walter Salles (1999)
Hay algo de esta obra, sus colores, sus paisajes que me remiten a la idea de mi isla. Y cómo no, si es también una despedida.